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 Pobre       

 

Esta fue la expresión que le escuché ayer a una de mis compañeras de trabajo cuando estábamos en un compromiso con la fundación Bancolombia en un barrio marginal de Medellín. Apenas estábamos llegando y debo confesar que el comentario marcó mi vida. Fue una tarde de calor donde mientras unos disfrutábamos y sonreíamos de oreja a oreja, otros de mis compañeros se mantenían al margen del momento porque no se sentían cómodos.

 

Juzgar el olor de una persona o un lugar por una condición económica, social o por el estrato, evidencia lo “pobres” que a veces podemos ser y lo mal entendidos que son algunos conceptos como la verdadera riqueza y la verdadera pobreza de cualquiera de nosotros.

 

Por ahí dicen que arrepentirse de algo que no se hizo araña el alma, creo que es cierto, con vergüenza, acepto que dejé pasar un momento de verdad y hago público un momento de mi vida que me dolió.

 

“Huele a pobre”; aquel cruel comentario paso de largo para muchas personas, excepto para mí, pues gracias a esa expresión y a otras tantas experiencias, se desmorono mi  confianza en la efectividad de los esfuerzos por el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, por la importancia de reducir la pobreza y las desigualdades, por las intensiones de construir una sociedad más justa y con oportunidades para todos, nunca estuve de acuerdo con el señalamiento que sale de expresiones como la que en su momento pronunció mi compañera de trabajo, pero tampoco con mi actitud de mantener el silencio y no hacer  nada por expresar oportunamente esa insatisfacción.

 

Y es que creo que desde ahí, desde el día a día, desde lo que decimos  a veces sin pensar, desde lo que somos con los demás y en nuestras relaciones cotidianas, podemos construir una mejor comunidad, o por el contrario, hundirnos cada vez más en escenarios de desigualdad y comentarios clasistas.

 

Más Tarde recuperé la moral y  el convencimiento de que esa búsqueda para ser mejores no puede depender solo de las instituciones, también está en mis manos, está en manos de todos. Todos somos responsables de promover la inclusión y defender los malos comentarios que estigmatizan a una sociedad, para poder lograr ese mundo soñado y justo en el que todos somos iguales.

 

¿Y qué harías tú para hacer la diferencia y construir ese mundo soñado?

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